Hace unos cuantos meses, una amiga que reside en otro país me escribió para contarme cómo, mientras hablaba conmigo, su novio al parecer estaba siendo estafado telefónicamente.
Parecía que iba a ser un día cualquiera en la vida de mi amiga, a quién llamaré Ana (para proteger su identidad) y su novio, al que llamaremos Carlos (porque no me acuerdo de su verdadero nombre), todo cambió cuando Carlos recibió una llamada donde una mujer (su hermana) llorando le decía que la habían secuestrado, luego, el supuesto captor se puso al teléfono y le hizo una exigencia de dinero, que, incluso, fue negociable, los supuestos captores le dijeron que les consignara lo que tuvieran a la mano. Finalmente, Carlos accedió, les hizo un giro por la no despreciable de 1500 dólares, los supuestos captores incluso le dijeron que de ese valor descontara el cargo por el giro (muy queridos ellos) y poco más queda por contar, mientras se hizo toda la transacción, consignación e incluso retiro del dinero, tuvieron a Carlos en la línea ocupado y aunque Ana intentó explicarle de diferentes formas que posiblemente lo estaban estafando, él hizo caso omiso de las advertencias. Unas horas después se confirmó que por fortuna, su hermana nunca estuvo en peligro.
Esta historia nada tiene que ver con computadores, pero que me permite ampliar un poco acerca de lo que hablaba en la entrada anterior sobre la ingeniería social, el concepto es el mismo, desviar el comportamiento de una persona para que tome alguna decisión, en este caso, una bastante errática. Vemos cómo logran crear una situación que genera confusión, porque todos podríamos llegar a preocuparnos al tener un familiar en peligro, y no sólo esto, también se puede apreciar la forma en la que ejercen distracción y control para evitar que la persona implicada no se de cuenta, mantener la mente ocupada evita que pida ayuda a alguien más o que escuche las palabras de Ana. Al final, cuando la transacción se completa y ellos hacen el retiro (notemos también que están muy bien coordinados), simplemente cuelgan y desaparecen sin dejar rastro alguno.
Tristemente esta historia no acaba con un final feliz, pero, de las adversidades de uno, otros pueden sacar provecho como por ejemplo yo al escribir esta entrada.
Este tipo de estafas son bastante comunes y hemos escuchado de ellas muy a menudo, pero allá afuera, aún hay gente susceptible de caer, por eso (y con el debido permiso), me atrevo a escribir sobre esto, confiando en que a alguien, en algún momento le sea útil, ya saben que se pueden invitar a un cafecito en el link de abajo. ¡Hasta la próxima!